Álvaro Monge Zegarra, Socio de Macroconsult
En el año 2020, junto con la fuerte contracción del mercado laboral se produjo un fuerte ajuste de los salarios reales en la capital. Usando las cifras del último informe de empleo del INEI para Lima Metropolitana y corrigiendo por la inflación del periodo, la mayor caída se registró entre febrero y julio de 2020 (-16%) y desde esa fecha no han logrado recuperarse. Específicamente se observa que los salarios reales entre julio de 2020 y setiembre de 2021 han crecido a penas 1% en términos acumulados. Es decir, a pesar de la recuperación del empleo (59% en el mismo periodo) los salarios se mantienen prácticamente estancados desde el piso que tocaron hace 16 meses. Peor aun si es que hacemos el mismo análisis, pero por hora trabajada encontramos que este último indicador (más cercano al concepto de productividad) lejos de estabilizarse ha continuado cayendo y hoy se encuentra 8% por debajo de sus niveles de julio 2020.
Existen varios factores que están influyendo sobre los salarios en Lima Metropolitana que se han ido acumulando en los últimos meses. Esquematizando en extremo el análisis, podemos definir la siguiente línea de tiempo. Primero, la naturaleza misma de la recesión económica en las ciudades que golpeó de manera particular al sector servicios (principal empleador urbano) y en donde reanudar actividades post-confinamiento ha sido más complejo, generándose efectos persistentes sobre los negocios. Segundo, y de manera más específica en países en desarrollo como Perú, un proceso de precarización del empleo que ha acompañado la recuperación. Es decir, empleos informales y de baja productividad no solo creciendo a un ritmo mayor que los empleos formales sino reemplazándolos (ojalá) de manera transitoria. Tercero, el menor crecimiento esperado de la economía influido, sobre todo, por la incertidumbre política. Esto determinó que a lo largo del año se revisen no solo las decisiones de inversión empresariales, sino que se desplieguen estrategias presupuestarias defensivas tanto en firmas como en hogares. Cuarto, el aumento de la inflación que con una tasa acumulada entre enero y octubre de 2021 de 5.7% en la capital, le viene restándole poder adquisitivo a las familias, sobre todo aquellas segmentos más pobres o vulnerables. Al analizar los grupos de gasto, aquellos que más crecen son los alimentos (7.5%) y los gastos de la vivienda (alquileres, combustible y servicios: 9.4%).
Frente a estas circunstancias no cabe duda de que, pasados los primeros cien días de gobierno, la prioridad en términos económicos sigue siendo disipar la incertidumbre política, reactivar la economía en el muy corto plazo y adoptar medidas para que en el mediano plazo se acelere la creación del empleo formal. Por ello, las propuestas (como, por ejemplo, los cambios en el régimen tributario que se viene discutiendo) deberán ser analizadas mínimamente sobre sus efectos en estas tres dimensiones de salud económica.