Álvaro Monge Zegarra, socio de Macroconsult
A fines del año pasado en INEI publicó una nueva edición de la cuenta satélite de la economía informal. La información es relevante en la discusión de políticas públicas porque permite ampliar nuestro análisis sobre la informalidad en el Peru la cual es una problemática que usualmente se discute solo desde la dimensión laboral. Además, porque los resultados de esta edición se enfocan en el periodo posterior a la pandemia de modo que permiten analizar tanto las consecuencias de la recesión de 2020 como el rebote de nuestra economía en 2021. Los resultados intentan aproximar el valor agregado bruto (VAB) que producen las unidades económicas informales, una especie de aproximación del Producto Bruto Interno (PBI) y el empleo equivalente necesario para generar dicho VAB. En este articulo resumo las tres principales reflexiones que me permitió la lectura del informe.
Primero, en los 10 años previos a la pandemia (2009–2019) el tamaño de la economía informal como proporción de la economía nacional total (ambos medidos como VAB) oscilaba entre 20% y 21% en promedio, pero mostrando dos periodos diferenciados. El primero entre 2009 y 2013 donde la economía informal muestra su mayor caída (desde un 21.8% hasta 19.4%) y, el segundo, desde 2013 hasta 2019 cuando la informalidad se recupera hasta estabilizarse a niveles por encima del 20%. Lo que ocurre es que el primer periodo es la época de mayor crecimiento de esa muestra y es cuando el sector formal crece más. Usando los deflactores del PBI global para los cálculos, la tasa de crecimiento promedio real anual del periodo 2009-2013 fue de alrededor de 6.5% con un sector formal creciendo a 7.3% y un sector informal que lo hizo a penas en 3.4%. En el periodo siguiente la figura se revierte ya que no solo la economía como un todo se desacelera (crece a un ritmo de 3%) sino que la parte formal de la misma crece a solo 2.7% con un sector informal a un ritmo de 4%. Este patrón sería consistente con cierta trayectoria contracíclica del VAB informal o de modo más preciso su menor volatilidad promedio frente a la economía la formal. Como se comenta en el Global Economic Prospects publicado en enero de 2019 por el Banco Mundial, este tipo de resultado es previsible cuando un sector formal (potencialmente más rígido) coexiste con un sector informal más flexible para acomodarse mejor a choques negativos.
Segundo, este patrón de menor volatilidad de la economía informal se rompe en el periodo 2020 y 2021. En el año 2020 la economía informal cae mucho más de lo que lo hace la economía formal (-17% vs -9%). Además, la mayor caída se registra en el sector no agrícola de la economía informal (-24%). Esta evidencia es consistente con los hechos estilizados ya conocidos de la recesión de ese año: un choque particularmente grave en los segmentos urbanos de baja productividad de nuestra economía. Luego, en el rebote de 2021 la economía informal y formal se recuperan a un ritmo similar (14.2% vs 13.5%) con lo cual el tamaño relativo del primero se mantiene prácticamente constante alrededor del 19% del VAB total en ambos años. Es importante sobre este punto entender como se reconcilian los datos de la participación del empleo informal en la PEA Ocupada (casi 60% en términos de empleo equivalente) y la participación de la economía informal en la economía total (alrededor del 19%). Esto ocurre porque productividad media del empleo informal es muy baja (casi 5 veces menor a la de un empleo formal) por lo que a pesar de que la mayor cantidad de trabajadores son informales, estos producen menos del 20% del valor agregado con las consecuencias ya conocidas sobre sus salarios e inserción laboral.
Tercero, a pesar de que la brecha entre la productividad media del empleo formal e informal es todavía muy amplia, esta se ha venido reduciendo en el tiempo. Si bien en el año 2007 un empleo equivalente formal era casi 6 veces más productivo (en términos reales) que un empleo informal, para el año 2019 es solo 4 veces mayor. La contracción de 2020 detuvo esta tendencia, pero para el año 2021 las brechas han retomado su patrón decreciente. Esta trayectoria merece mayor atención de la que ha recibido hasta el momento ya que podría ser un síntoma de la mayor competencia que estarían experimentando las firmas formales e informales. Como discuten Mohammad Amin y sus colegas del Banco Mundial en un documento publicado en 2019, tal competencia puede tener efectos positivos o negativos. Serán positivos cuando esta motive a innovar e invertir a las empresas formales y abra un camino hacia la formalización de las empresas informales. Serán negativos si es que a raíz de los menores costos regulatorios las firmas informales constituyen una competencia desleal para las firmas formales quienes producto del deterioro de su rentabilidad son desplazadas del mercado sin posibilidades de abrir una ruta hacia la mayor inversión e innovación. La evidencia que muestran los autores para países en desarrollo es mas cercana a la segunda explicación y de ahí la necesidad a investigar con mayor detalle lo que esta ocurriendo en el caso peruano.