Macro al Díamayo 22, 20240Pobreza monetaria y no monetaria

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Álvaro Monge Zegarra, socio y gerente general

En las primeras semanas de este mes el INEI dio a conocer los resultados de la pobreza monetaria en el Perú para el año 2023. Así, la pobreza creció desde el 27.5% registrado en 2022 hasta 29% en 2023 (es decir un punto porcentual y medio más alta). Esto significa que el año pasado la pobreza llegó a niveles cercanos a los registrados durante la pandemia de 2020 (es decir, alrededor del 30%).   

Las razones detrás del aumento fueron la contracción económica registrada durante año pasado y la inflación. De acuerdo con las estimaciones que venimos realizando en Macroconsult el primero de los factores fue responsable de alrededor de 1 punto porcentual en el aumento de la pobreza. La contracción de algunos sectores como el agropecuario, la construcción y los servicios, intensivos en mano de obra (sobre todo de los ciudadanos más pobres y vulnerables) explica la incidencia. Es decir, la economía no solo cayó, sino que la forma en que lo hizo afectó de manera más que proporcional a la población en mayor riesgo de caer en pobreza. Mientras tanto la inflación, que se mantuvo aun alta en el periodo, fue responsable de otro punto porcentual (0.9 según nuestras estimaciones preliminares). La incidencia en el incremento en los precios de alimentos tendió a afectar más la capacidad adquisitiva de las poblaciones con niveles de gasto más bajos. Finalmente, el residuo de la descomposición (que puede atribuirse en parte a acciones de compensación o protección del Estado o de los propios ciudadanos) atenuó el aumento de la pobreza en poco menos de 0.5 puntos porcentuales. Este último indicador no debe pasar desapercibido ya que incluso si lo atribuyéramos exclusivamente a las políticas de lucha contra la pobreza dan cuenta de un efecto modesto, consistente con estrategias de focalización imperfectas y paquetes de protección de ingresos limitados.     

Otro indicador importante que se analiza en el reporte del INEI es la pobreza extrema que pasó de 5.0% a 5.7% entre 2022 y 2023. Es decir, niveles superiores a los registrados durante la pandemia de 2020 (5.1%). El aumento en zonas rurales fue mayor al de zonas urbanas. En el primer caso los niveles ya superan el 16% y en el segundo supera el 3%. No obstante, sin dejar de reconocer que la incidencia de la pobreza extrema es mucho mayor en zonas rurales que urbanas, se confirma lo que es ya un hecho estilizado del proceso de empobrecimiento peruano en los años recientes: la urbanización de la pobreza extrema. Es decir, como los pobres extremos urbanos como proporción del total de pobres extremos viene creciendo de forma sostenida. Por ejemplo, entre 2004 y 2019, esta proporción era de alrededor del 20%. Al 2023 dicha cifra ha crecido hasta un 45%.  

Este último hecho es particularmente preocupante en la medida que la pobreza extrema es un determinante mas claro de la inseguridad alimentaria en aquellas zonas donde no hay producción de alimentos y estos deben ser adquiridos a través de transacciones comerciales. La insuficiencia de ingresos de manera sostenida puede implicar ajustes drásticos en la cantidad, calidad y diversificación de alimentos de las familias afectando en el mediano plazo indicadores de desarrollo infantil temprano como anemia y desnutrición. Justamente estas son las tendencias que están empezando a observarse en 2023. Por un lado, ya el IEP a través de un estudio de setiembre del año pasado daba cuenta de niveles de inseguridad alimentaria superiores al 50% de la población urbana. Por otro lado, las cifras del tablero de control de la pobreza multidimensional del INEI muestran como la anemia urbana de niños de 6 a 35 meses ha pasado de 36.7% en 2019 a 40.2% en 2023 y la desnutrición crónica en niños menores de 5 años en este mismo ámbito de 7.6% a 8.1%. Si a esto le agregamos el deterioro observado en los rendimientos educativos en primaria y secundaria (sobre todo en las ciudades), las perspectivas de formación de capital humano para los niños, niñas y adolescentes peruanos son, por lo menos, preocupantes.    

Por ello, lo observado el año pasado debe ser un llamado a la acción para poder revertir rápidamente la situación de empobrecimiento monetario y no monetario. En el primer caso, impulsando el crecimiento económico, sobre todo en sectores intensivos en mano de obra. En este punto es importante señalar que, una vez diluido el efecto inflacionario, la capacidad que tienen el crecimiento económico para reducir la pobreza es mayor y este contexto debe ser aprovechado impulsando la inversión y generando un mejor ambiente de negocios. En el segundo caso, con políticas públicas bien focalizadas y a la altura de los niveles y tipos de brechas que se están abriendo en el país. Sobre este punto es importante señalar que el efecto autónomo del crecimiento económico es bastante menor por lo que se requieren soluciones costo-efectivas orientadas a reforzar la formación de capital humano priorizando, como se ha señalado, las dimensiones de bienestar más cercanas al desarrollo infantil temprano.

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